Tállara: iglesia de San Pedro y ermita-panteón


Se llega a Tállara, siguiendo una carretera, la CP1105, que partiendo de Noya en dirección a Muros, va bordeando una sierra, la de Barbanza, que destaca no sólo por su intrínseca belleza sino también por la intensa actividad megalítica que tuvo en el pasado, de cuya constancia todavía quedan algunos interesantes restos –como las mámoas de Casamea o el dolmen denominado Cova ou Moura, por citar algunos ejemplos-, que conforman parte de los atractivos histórico-culturales de las numerosas rutas que parten de los pueblos de alrededor, entre ellos el de Moimenta. Tállara apenas dista unos cinco kilómetros de Noya, y nos ofrece dos pequeñas curiosidades, cuya visión se alcanza súbitamente apenas se pasa por la localidad, pues ambas quedan situadas prácticamente a pie de carretera: la iglesia de San Pedro y el pequeño cementerio poco menos que adosado, en el que destaca un imponente panteón, con inequívoco aspecto de ermita románica.

La iglesia, como ocurre con numerosos templos de su época y estilo repartidos no sólo por Galicia, sino a todo lo largo y ancho del territorio peninsular, ha sufrido numerosas alteraciones a lo largo de su historia, aunque todavía conserva su planta y una portada originales, así como algunos otros elementos, cuando menos de curiosa constitución. Esta portada oeste o principal –recordemos, que simbólicamente hablando, es como si los fieles entrasen de las sombras del mundo a la luz del espíritu o de Dios-, muestra, en sus capiteles, unos sencillos motivos de índole foliácea o vegetal, estando su tímpano constituido por una interesante cruz montesina, a la que acompañan algunas curiosas florituras, que parece atestiguar la presencia de las órdenes militares en algún momento de la historia. Adosada precisamente a este lateral, en su parte izquierda –en algunos casos, curiosamente, se la localiza a la derecha-, en la torre volvemos a encontrarnos con el remate orientalizante, en forma de cono o pirámide, que suele constituir poco menos que una constante en los templos gallegos, cuyo diseño, arquitectura y simbolismo, darían para un fascinante estudio. Otro interesante detalle, es la presencia, en los laterales del umbral, de sendas bolas, elemento asociado a la Diosa y posteriormente añadido a la figura de la Madre de Dios. Así mismo, en la parte frontal de la torre y a media altura, una hornacina con forma de concha en la parte superior, alberga una imagen del viejo pescador titular de la parroquia, así como una inscripción que nos recuerda que dicha imagen se hizo –probablemente en el siglo XVI ó XVII- por mediación de Iván Pérez y su esposa, Fabiana de Castro, éste último, un apellido bastante más que notable.

Pero sin duda, e independientemente de que sea obra moderna realizada en el siglo XX, la pieza más curiosa y atractiva, y a la vez todo un compendio de simbología, la constituye en un pequeño panteón –al parecer, perteneciente a una familia del pueblecito de Puerto do Son, situado en la confluencia de la Ría de Muros y Noya-, que localizándose en el vecino cementerio, reproduce, con todo lujo de detalles, una singular ermita románica. A este respecto, hay quien asevera –sin especificar más detalles ni ubicación-, que reproduce a cierta ermita dedicada a la figura de Santa María Salomé. Ahora bien, independientemente de este detalle, lo que sí parece evidente es que el autor reprodujo, es de suponer que conscientemente, elementos que se encuentran en diversos templos románicos de las diferentes comunidades gallegas: en el frontal y con símbolos metidos en cajitas, sigue las pautas de una serie de templos como el de Santa María de Melide; el perro recostado sobre sus cuartos traseros enseñando los genitales, es típico del románico orensano, siendo dos de sus más emblemáticos exponentes, la colegiata de Santa María, en Xunqueira de Ambía y la iglesia de Santa Mariña de Augas Santas o el personaje, desnudo, que sujeta una especie de aro entre las manos que, si bien en este caso tiene rayas, es muy similar, no obstante, a aquel otro situado en la portada de la iglesia del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Miño, donde en el círculo se aprecia un inequívoco símbolo pagano: el polisquel. Otra de las peculiaridades que ofrece –aparte de numerosas referencias a cultos anteriores, entrelazados y la famosa cruz llamada de Carlomagno-, es el motivo de su pequeño tímpano: el Descendimiento, escena en la que, junto a la Virgen, se aprecian también las figuras de la Magdalena y el Evangelista.

Como curiosidad añadida, decir que por Tállara pasa el río Lobo, que desemboca en Noya.



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