Románico Asturiano



Asturias es, no cabe duda, una región de contrastes. Una región especial, donde valle, mar y montaña conforman un bloque inexpugnable que contiene numerosos y homogéneos atractivos. Una provincia canalizadora de mitos, leyendas y culturas cuyas raíces se hunden en lo más impenetrable de una prehistoria antediluviana, la gran mayoría de cuyos aspectos, están aún por definir. Su aislamiento ancestral, pudo muy bien haber sido uno de los motivos principales que impulsara el nacimiento de un Arte propio, que rompió moldes hasta estar considerado, no ya como autóctono, sino más bien como único. Me refiero, por supuesto, a ese mal llamado prerrománico asturiano, que dejó a la posteridad obras de excepcional calidad y belleza como Santa Cristina de Lena, Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo (o Liño), Santa María de Bendones o esa auténtica maravilla, pieza clave de indiscutible belleza y técnica, situada en el antiguo concejo de Maliayo, como es San Salvador de Valdedios.
A la sombra de estos imponentes monumentos –y aún lamentando la pérdida de muchos más, de los que ya ni siquiera queda constancia- el románico, propiamente hablando, penetró con mayor o menor esplendor, legando, también, otro conjunto artístico no exento de interés y, en muchos casos, de una calidad excepcional. Prueba de ello, la tenemos, por ejemplo, en los capiteles interiores –por desgracia el templo fue destruido en la Guerra Civil y posteriormente reformado- de la iglesia de Santa María, en Villanueva de Teverga; o en el concejo de Aller y su iglesia de San Vicente de Serrapio; o, para ir situándonos, mirando hacia Arriondas y el entorno tan especial de Covadonga, la extraordinaria calidad de lo que en tiempos fue el monasterio de San Pedro, en Villanueva de Cangas, actualmente reconvertido en Parador Nacional; sin olvidar lugares como Villaverde y Corao, en cuyo término se localiza una legendaria y a la vez curiosa iglesia: Santa Eulalia de Abamia.
Son sólo algunos de los templos más representativos de esta zona –desde luego, no todos, pues las circunstancias mandan y obligan a acortar las rutas- pero al menos espero que sean un buen ejemplo de las maravillas que aún se pueden contemplar y que pretendo ir comentando durante las próximas entradas. Sin olvidar, siquiera sea por un breve acercamiento, a Llanes y su costa, con joyas tan representativas como la colegiata de Santa María o el monasterio de San Antolín de Bedón.
Una pequeña aventura, pues, por parte de un estilo, el románico, y su legado en un terruño desde luego muy especial de la Cornisa Cantábrica: Asturias.


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