Románico rural navarro: la iglesia de San Martín de Ecai

Navarra constituye una provincia de sorpresas, en cuanto al Arte en general se refiere, y en particular, a ese arte románico que dejó obsoletos precedentes anteriores, y a su vez se vio irremisiblemente empequeñecido e incluso absorvido por otro modelo artístico, que constituyó toda una revolución en la época: el gótico.

Tanto de un modelo, como de otro, sobreviven notables ejemplos, que reciben anualmente la visita de grupos heterogéneos de personas, impulsados por diferentes motivos, gustos e intereses. Baste, como ejemplo, citar la iglesia de planta octogonal de Santa María de Eunate, o aquélla otra de igual advocación, aunque de estilo gótico en su conjunto, de Ujué.

No obstante, entre unas y otras, media un singular universo, que se extiende a los pequeños núcleos rurales, menos conocidos y visitados; menos espectaculares, quizás, en muchos casos, pero fascinantes también a la hora de mostrar las diferentes evoluciones artísticas en distintas épocas y entornos. Tal es el caso, desde luego, de Ecai y su pequeña iglesia de San Martín. No se especifica, aunque, a juzgar por los numerosos templos a él dedicados a lo largo y ancho de la provincia, hemos de suponer que se refiere al de Tours, aquél soldado romano cristianizado y posteriormente santificado, y no al Dumiense, santificado también e implacable enemigo de la Antigua Religión y de los que él denominaba como veneratore lapidum o adoradores de las piedras.

El de Ecai, es un entorno formado por monte bajo, en el que, a juzgar por los islotes de arboleda que se distinguen entre los campos roturados, convetidos en tierra de labor, debió de poseer grandes extensiones de bosque. Al menos, en aquél siglo XII, época en la que está fechada su parroquial.

Resulta evidente que ésta ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de una historia que, como hemos visto en entradas anteriores, fue plena en acontecimientos a medida que se iba configurando el mapa del Reino de Navarra, siendo los más significativos -de hecho, característicos a toda una Edad Media, con sus diferentes clasificaciones- la dominación musulmana y sus continuas aceifas, los avances de la colonización -provenientes, principalmente, del pequeño Reino de Asturias- o las numerosas disputas territoriales con los reinos vecinos de Castilla y de Aragón. Factores, desde luego, que pueden sugerir, con determinante precisión, el por qué de la sensación que se tiene de que algunos templos puedan haber sido reconstruidos en época indeterminada y de por qué, también, aparecen elementos, en algunos de ellos, que parecen no encajar; es decir, elementos que podrían haber sido reaprovechados de otros templos de los que actualmente no quedan huellas. No lo puedo asegurar a ciencia cierta, pero tal vez, digo sólo tal vez, éste sea el caso de uno de los escasos ornamentos de época románica que se pueden localizar en este templo: una pequeña losa (véase la fotografía) en la que se incluyen un crismón y una inscripción. Detalle no muy corriente, bajo mi punto de vista, si tenemos en consideración que el crismón -ese primigenio lábarus o lábaro- suele ser un elemento determinativo a los tímpanos, bien principales o bien secundarios, de las portadas de acceso a los templos, aunque también es cierto, que se localiza por encima del pórtico principal de acceso.

Por otra parte, añadir que los capiteles situados en dicho pórtico de acceso, bastante afectados por la erosión, muestran motivos vegetales y entrelazados.

En definitiva, se tiene la impresión de que la portada de este templo, en la que se localizan los elementados comentados, ha sido encajada -o se visto mermada con añadidos posteriores- en algún momento de su historia, motivo por el cual ofrece una cierta sensación de inusual estrechez.




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