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Mostrando entradas de junio 27, 2010

Ejea de los Caballeros: San Salvador

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N o deja de resultar paradójico que, una vez dejada atrás la Autovía del Nordeste, y algunos kilómetros más allá, La Almunia de Doña Godina, esa infinita extensión de campos -cubiertos en primavera por el florido color de la hoja de los tilos, y escoltado a lo lejos por las canas blanquecinas de las cumbres más altas del legendario Moncayo- pertenecieran, hace casi un milenio, a la que posiblemente fuera la más aguerrida y famosa de las órdenes de caballería religioso-militares de la Edad Media: los templarios. D ifícil resulta, pues, no preguntarse si el apelativo de los Caballeros , que acompaña a la ciudad cincovillense de Ejea -punto de destino y donde se localiza esta interesante iglesia de San Salvador- no es, en realidad, un recuerdo ancestral de éstos; una remembranza a ese poderío y a esa presencia que tuvieron en su momento, dentro de los límites de la Corona de Aragón. A hora bien, de lo que no cabe duda es de la presencia del misterioso Maestro de Agüero -o Maestro de San

El Frago: ermita de San Miguel

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U no de los símbolos utilizados, no sólo por los primeros cristianos, sino también como seña de identidad por las hermandades de canteros medievales, es el Crismón. L a provincia de Aragón es pródiga en éste tipo de representaciones, hasta el punto de que puede llegar a ser un detalle, en cierto modo trascendente, visitar cualquier edificio de origen románico situado en sus lindes, y no toparse con este singular y a la vez complicado símbolo. E l Frago, aparte de otros atractivos que pueden conseguir que una visita sea de lo más interesante e instructiva -como, por ejemplo, la antigua Judería- conserva dos bellos exponentes del mencionado Arte, en cuyos dinteles, y como un desafío, el símbolo del Crismón invita a la observación y el estudio. P iezas fundamentales, dentro de la variedad simbólica que puede encontrarse en todo Crismón, son ese alfa y esa omega griegas, que se corresponden con el alef y la tau hebreas. Es decir, ese Principio y ese Fin, ya aventurado en el Apocalipsis