Mensajes de piedra: el extraño mensaje del pórtico de Santa Coloma

A las afueras del pueblo de Albendiego, situada en una explanada a cuyo alrededor se conjuntan sin desprestigio alguno, campos de labranza y zonas boscosas de salvaje belleza que se dejan acariciar por el lento discurrir y el suave murmullo de las aguas del río Bornoba, una iglesia románica -bajo la advocación de Santa Coloma- asombra a cuantos se toman la molestia de acercarse hasta ella, por la inconmensurable belleza y maestría desplegadas en la construcción de su ábside.

Como si de auténtica magia geométrica se tratara, los componentes que integran éste, apuntalados profundamente sus cimientos en esa tierra que se cuartea como una piel herida por el sol durante los meses de verano, y que satisfecha, rebosa humedad después de las primeras nieves del invierno, demuestran -fuera de toda duda-, una auténtica conjugación de ciencia y arte, cuyo secreto, aproximadamente un milenio después de su levantamiento y consagración, se ha perdido por completo entre los 'correveydiles' de la tradición.

No obstante, impresiona observar, aún vista en la distancia, esa tesis geométrica desplegada en los ventanales de sus arcos, donde el observador presupone que se conjugan -como si de las variantes de un verbo se trataran- fantásticas combinaciones numéricas que tienen como base números pares de gran importancia simbólica: 2, 4, 6, 8...

Por otra parte, y disimuladas, aunque perfectamente visibles entre complejos mandalas de mudéjar influencia, cruces paté y de ocho beatitudes refieren, a todo aquél que preste atención y sepa escuchar, recuerdos de órdenes de caballería, cuya leyenda a hecho soñar a multitud de personas de generaciones posteriores: los caballeros de la cruz bermeja o caballeros templarios.

Como formando parte de otro cuerpo y de otra época, el resto del complejo religioso se extiende en paralelo al pequeño cementerio municipal, junto a cuya puerta finaliza la senda que marca -a juzgar por las crucetas de piedra que se observan a lo largo del camino- los pasos del Vía Crucis en la Semana Santa y que antaño partían de Santa Coloma en dirección al pueblo.

Mirando al frente -cuál centinela que vigila imperturbable la sierra del Alto Rey y la ermita de igual nombre levantada en lo más alto de su cima- un pequeño artesonado de madera, haciendo las funciones de porche o recibidor, guarda el pórtico de entrada.

Dada la extraordinaria maestría desplegada en el ábside, sorprende, no obstante, la humildad y sencillez de dicho pórtico. En efecto, desprovisto de jambas sobre las que se apoyen arquivoltas en mayor o menor medida floreadas; monogramas de Cristo, o Crismones, formados por las letras griegas 'ji' y 'rho' entrelazadas; Pantocrátores que recuerden el supremo poder de Dios, o elaboradas grafías que ilustren pasajes del Antiguo Testamento, como se pueden ver en muchas otras iglesias de la región -posiblemente la más cercana y significativa sea la de Santa María del Rey, en Atienza- el pórtico de la iglesia de Santa Coloma, sin embargo, es depositario de un mensaje, cuya idiosincracia induce a suponerle una determinada criptografía, cuya clave se ha perdido en los anales del tiempo y del olvido.

Son varios, aunque significativos, los elementos que, surgiendo de la boca de lo que a priori puede parecer un lobo, se extienden de una a otra parte del pórtico, como las notas de una sinfonía que bailaran sobre la plana superficie de una partitura.

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